Cada uno debería pagar
por sus propios pecados. Cristo murió en la cruz por nosotros y en el lugar de
nosotros y nos reconcilió con el Creador. Jesús era ahora el cordero del
sacrificio ritual de sangre, el “Cordero de Dios”. Ya no se necesitan más
sacrificios, la obra del Nazareno, puro e inocente, en el Calvario fue completa
y perfecta y para toda la humanidad, abriéndonos las puertas a la gloria de
Dios. El hombre, un miserable pecador, no se puede rescatar a sí mismo.
Juan 1:29; Hechos 2:23;
Apocalipsis 5:6-10; Isaías 53:10
EVANGÉLICO SOY
twitter.com/evangelico_soy
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